domingo, 25 de abril de 2010

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"Te verás reflejado"
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sábado, 24 de abril de 2010

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"¿Te resistirás a probar el fruto prohibido?"
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sábado, 17 de abril de 2010

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"No puedes darle la espalda a tu verdadera tendencia"
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jueves, 8 de abril de 2010

Presentación de La Tendencia Natural (Realizada por el Señor X)



La cintura de Michael comenzó a moverse, muy despacio al principio, pero con fuerza. Conner percibió cada embate de las caderas de Michael, golpeando sobre sus fuertes glúteos. Ambos respiraban pesadamente y dejaban escapar insinuantes gemidos que aumentaban el deseo del otro por alcanzar la conclusión de aquel acto. Los embates de Michael fueron haciéndose cada vez más rítmicos y más violentos. Cada acometida les proporcionaba a ambos un placer inenarrable hasta el extremo de que les hacía gritar de puro goce.

Y entonces llegó el momento en el que toda la pasión compartida en aquellos instantes se inflamó y estalló en el interior de sus cuerpos con tanta fuerza que buscó una forma de salir al exterior. El éxtasis manó desde su más secreto fuero interno y se derramó a través de sus órganos del deseo. Michael se desplomó exhausto sobre la espalda sudorosa de Conner y permaneció allí, abrazado a él; con su pene aún dentro de su amante. Sus cuerpos desnudos, cansados, calientes y pegajosos permanecieron así, el uno contra el otro durante largos minutos; sus corazones latiendo al unísono.

Aquello no había sido únicamente sexo. Habían sido dos cuerpos solitarios deseando fundirse en uno. Habían sido dos almas desencadenadas deseando unirse. Había sido fuego… vida… libertad…

(Capítulo 4 de La Tendencia Natural)

Con demasiada frecuencia tendemos a restarle importancia a la fuerza que nos ha arrojado a esta vida. Dicha fuerza no proviene ni de la divina providencia ni de los azarosos dados del destino, sino de algo mucho más mundano, más físico, más primigenio. Dicha fuerza es el sexo, pulsión primaria de todas las especies que los humanos han refinado hasta convertirla en vehículo tanto de las más altas como de las más bajas pasiones. Cada uno de nosotros ha surgido gracias al sexo y dedicará gran parte de su existencia a satisfacer las necesidades del sexo; es algo predeterminado, inevitable, natural.

Desde el momento en que la pulsión sexual despierta en nuestro cuerpo al alcanzar éste la madurez de su desarrollo, toda nuestra vida se verá teñida por ella. Una puerta se nos abrirá, mostrándonos nuevos mundos de sensaciones y emociones. Una vez la hayamos cruzado nos veremos arrojados a las eternas mareas del sexo, donde la navegación es todo un arte y cualquier experiencia es poca. Todos navegamos por ellas y arrastramos con nosotros nuestro particular bagaje en cuerpo, mente y corazón. Con nosotros navegan alegrías y penas, deseos y temores, verdades y mentiras, amores y odios. La unión de dos cuerpos siempre es también la unión de dos mentes y la unión de dos corazones, aunque en ocasiones queramos pretender lo contrario. El sexo es placer físico pero también comunión de pensamientos y éxtasis emocional; es el acto supremo de unión entre dos seres y esto es a la vez maravilloso y terrible. Tal contraste es la esencia misma del sexo.

No se nos enseña a navegar por semejantes corrientes. Sencillamente se nos arroja a ellas, obligándonos a aprender a surcar las aguas si no queremos ahogarnos. Despertar al sexo es uno de los momentos más delicados de nuestra vida, un periodo que nos marcará a fuego y ejercerá poderosas presiones sobre nuestros futuros actos. Da igual la experiencia y el conocimiento que creamos tener, pues en el momento en el que el sexo se muestra en todo su esplendor ante nosotros estamos desnudos e indefensos frente a su furiosa energía primigenia. Es la fuerza imparable de la vida que estalla dentro de todas nuestras células, cantando al unísono una canción casi tan vieja como el propio mundo. Algo maravilloso y terrible, sin duda, y con demasiada frecuencia le restamos importancia, lo trivializamos y le robamos su significado.

Es una pena que no seamos capaces de apreciarlo tal y como es, que vistamos su magnificencia con harapos de perversiones, pecados y mentiras. Nuestra sociedad, en lugar de invitarnos a amar y respetar el sexo como la fuerza primaria que es, nos enseña que es una mercancía que se vende, un pecado que condenará nuestra alma o, peor aún, un vicio necesario para autosatisfacernos. En el fondo somos niños incapaces de comprender la fuerza que nos impulsa. Preferimos enmascararla o desvirtuarla. Los homosexuales sabemos mucho de esto.

Si el momento del despertar sexual es un punto delicado, mucho más lo es para un homosexual. A los prejuicios habituales que rodean al sexo se añaden otros muchos que atañen a la propia condición homosexual. La perversión se convierte entonces en el más deleznable y antinatural de los actos, el pecado en la más atroz condenación eterna y la mentira... la mentira lo envuelve todo hasta el punto en que es imposible distinguirla de la verdad. Tantas mentiras se han dicho sobre los homosexuales que incluso nosotros mismos hemos acabado creyéndonos algunas. Nos hemos acostumbrado a ellas, nos hemos apropiado de las etiquetas que nos han impuesto y nos hemos vuelto maestros del arte de vivir una doble vida. Incluso ahora, en estos tiempos de exaltación de la homosexualidad en los que hemos salido de nuestros armarios ondeando nuestros colores seguimos creyéndonos una gran mentira: que los gays somos diferentes. No es cierto.

Nuestro enfoque es diferente, pero la fuerza que nos impulsa es la misma. Nuestras preferencias serán distintas, pero es la misma pulsión primaria la que nos lleva a buscarlas. Es el sexo, la celebración desatada de la vida, el que nos unifica a todos sea cual sea nuestra tendencia. El día que comprendamos esto nos daremos cuenta de que la única tendencia natural que define a los seres humanos, sea cual sea su preferencia sexual, es la tendencia a seguir adelante cada día, a degustar nuevas emociones, a experimentar nuevas vivencias, a compartir nuevos momentos, a sentir, a crear, a vivir... Despertar al sexo es también despertar a la vida, es abrazar la vida, compartir la vida, sentirnos libres mientras inconcebibles mareas nos arrastran en nuestro incierto devenir y reír desafiantes ante el desconocido rostro del futuro. Al igual que el sexo que nos creó, nosotros también somos criaturas maravillosas y terribles, capaces de todo. Sólo tenemos que quitarnos la venda de los ojos y aceptar la naturalidad de la fuerza que nos empuja. La Tendencia Natural es un proyecto cuyo mensaje tiene mucho que ver con esto.

Nacida casi por casualidad, La Tendencia Natural es una novela sobre el sexo y todo lo que le rodea; una novela sobre dos jóvenes inmaduros que despiertan al sexo y navegan como buenamente pueden entre sus turbulentas corrientes, a medio camino entre el pasado y el futuro, viviendo una vida en ocasiones dulce, en ocasiones amarga. También es una novela sobre la homosexualidad, sobre los prejuicios que se ciernen sobre ella y los odios que suscita, pero por encima de todo es una novela sobre la vida, la libertad y la superación. Nuestra novela es a ratos un morboso relato erótico, a ratos una emocionante novela rosa, a ratos una tragedia que nada tiene que envidiar a los dramas griegos. Con ella pretendemos entretener, sorprender e interesar a los lectores con retazos de ficción, pero también compartir experiencias reales que nos han marcado en nuestra vida, que nos han hecho apreciar la libertad de la que hoy disfrutamos y que nos han llevado a ser mejores personas.

La primera vez que mi cuerpo se estremeció de placer al sentir el tacto de otro cuerpo sobre mí queda hoy muy lejana, pero la misma humildad ante esa fuerza maravillosa y terrible es la que guía mis manos cuando escribo nuevas líneas para La Tendencia Natural. Esa humildad, esa fascinación, es la que pretendo transmitir con mayor o menor acierto. El sexo es algo maravilloso y terrible; la vida misma es algo maravilloso y terrible. ¿Cómo es posible no sentirse humilde ante ellos? ¿Cómo es posible no sentirse fascinado por ellos? ¿Cómo es posible no amarlos a ambos? La Tendencia Natural es una oda al sexo, una oda a la vida. Y tú, querido lector, estás invitado a participar en ella.